
Estoy en el Hércules volando a Tucumán. Sólo espero que hoy no sea como ayer, aunque ya me anticiparon que hoy la máxima en el Jardín de la República puede llegar a 38º… La primera jornada como parte de la caravana del Dakar fue agotadora en todo sentido. A Córdoba llegamos al mediodía y casi no tuvimos tiempo de nada. Ni bien terminamos de armar las carpas empezaron a caer al campamento los competidores y, desde el camino, surgían noticias que ya presagiaban un día difícil.
Al accidente de Ademar Heguiabhere, se sumó las desventuras de Marcos Patronelli. De por sí, se sabía que Marquitos iba a ser el centro de atención después de su decisión de correr a un mes del accidente que le costó la fractura de sus dos tobillos. Pero nadie imagino que comenzaría la carrera como lo hizo: con una falla mecánica que derivó en una penalización de seis horas.
Fue estresante seguir el caso. Primero la información era confusa. No se sabía si lo excluían o si lo penalizaban. Cuando se comunicó oficialmente la pena, había que confirmar si iba a seguir corriendo o no. En su entorno decían que era poco probable, pero finalmente Marcos optó por seguir. Algo lógico ya que desde que anunció que iba a correr siempre dijo que la meta era dar la vuelta y “ganarle al Dakar”. Claro que siendo un corredor nato es imposible pedirle que no acelere…
En el medio se me rompieron los auriculares del celular y hasta que los arregle (¡allá voy Loctite Charlies!) los viajes en el ruidoso Hércules prometen ser una tortura. Me olvidé en mi casa el cable USB para conectar el cooler pad, por lo que la Acer se recalienta que da miedo. Tanto que en un momento de la tarde me quemaban los dedos cuando usaba el teclado.
Y como no podía ser de otra manera, el mismo chaparrón que complicó a los competidores en el tramo cronometrado, nos dio varios dolores de cabeza a los que ya teníamos nuestras carpas armadas. En la mía adivinen… se filtró mucha agua, pero por suerte hice a tiempo de proteger mi flamante mochila Montagne con las colchonetas que uso para dormir. El salvataje terminó conmigo empapado de pies a cabeza.
Pero también hubo cosas buenas. Los chicos de Personal me prestaron un módem 3G para tener Internet en cualquier lado (de hecho, este artículo lo subí en el micro camino al hipódromo de Tucumán) y me facilitaron un equipo Nokia que me permite estar al tanto de lo que pasa en la carrera al instante gracias al exclusivo portal wap. Gracias a ese servicio, se acortaron los viajes a la sala de prensa ya que el sitio tiene actualización inmediata. Además, puedo twittear y subir fotos desde cualquier lado.
A partir de las cinco de la tarde me instalé en la sala de prensa. Empecé a tipear como un loquito noticias para la web y para la revista, cuya tapa tuvo un cambio en el título por la situación de Patronelli. De “Corazón valiente”, pasó a ser “Corazón herido” por el bajón de la sanción…
No puedo evitar confesar que en varias oportunidades pensé: ¿qué estoy haciendo yo acá? Aunque también hubo sucesivos, ¿por qué me pasa esto a mí? Y hasta algún “me quiero volver chango”, frase original de Bart Simpson y que en CORSA suele usar Alejo Iriart cada vez que pasa algo que no está en los planes de nadie.
Pero no fui el único. Carlitos Prieto de Clarín lanzó un “por qué no me quedé en mi casa” a eso de las nueve de la noche cuando aún no se sabía si Patronelli corría o no. Mientras que Roberto Berasategui de La Nación anticipó que “si así fue el primer día, no quiero pensar lo que serán los próximos”. Mientras que Ricardo Gota de Tiempo Argentino pronosticó que este podría ser el último Dakar para más de uno, incluso él mismo…
La cena la tuvimos tarde. Pasadas las 23.30. Como siempre, fue amena y eso hizo recargar las pilas. Hubo chistes y demostraciones de aliento, aunque todos al unísono dijimos “y lo peor es que aún quedan 13 días…”. Así es el Dakar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario